"La Lanza" el nuevo sencillo de Babasónicos
Los argentinos regresan con el disco "Romantisísmico"
Pocas bandas han logrado que canciones tan incorrectas se conviertan en hits radiales y que estadios enteros, en toda América Latina, canten verdaderas barrabasadas como si se tratara de dulces e inofensivas cancioncitas pop. Con determinación, talento e inteligencia, el grupo sostuvo una trayectoria ascendente, desde los sótanos en los que se gestó el Nuevo Rock Argentino de los ’90 hasta ámbitos que albergan a decenas de miles de personas. Y en el éxtasis del flash, se las compuso para tocar de manera inconfundible a cada uno de los que se cruzó con su influjo.
Y todo podría haber salido realmente mal. Por ejemplo, porque hasta poco tiempo antes de grabar su primer disco, la banda no tenía guitarrista fijo. Y porque firmar contratos no era lo mejor que sabían hacer esos “forajidos” que se juntaban a plantar una semilla de cambio del rock argentino en una habitación de Lanús, en el conurbano bonaerense. El germen de la banda nació del reencuentro entre el cantante Adrián Dárgelos con el tecladista Diego Tuñón, quienes ya habían compartido proyectos durante los ’80. Dárgelos había viajado a Estados Unidos e Inglaterra, donde experimentó de primera mano el cambio de aire que se estaba generando en la escena rockera internacional. La determinación de gestar algo nuevo movilizó a la dupla, que enseguida recurrió al bajista Gabo Mannelli (ex Los Brujos y Juana La Loca) y al baterista Diego “Panza” Castellanos. Andaba por allí Diego Uma, hermano menor del cantante, quien empezó tocando un set de percusión armado con baldes, a años luz del multiinstrumentista y productor que es hoy. Y cuando Mariano Roger se incorporó como guitarrista, la banda estuvo lista para grabar Pasto sin siquiera tener experiencia en shows.
El siguiente paso fue alquilar una quinta donde registrar el álbum. Ese verano de fines de 1991 los seis músicos consolidaron una amistad y también un grupo de trabajo en el que los roles cambiarían de acuerdo con las circunstancias. El resultado de esas sesiones fue Pasto (1992), publicado por Sony, mientras Buenos Aires se deslumbraba con la novedad de “la movida sónica” y lo que luego sería conocido como Nuevo Rock Argentino. Ampulosos nombres para describir a un puñado de bandas, entre las cuales Babasonicos sobresalía por su desfachatez (la banda decidió autoproducirse, aunque tenía cerca a Daniel Melero y Gustavo Cerati), su look cruza de surfer y neohippie, y, sobre todo, por canciones como “D-Generación”, donde Dárgelos se plantaba: “Porque a mi generación no le importa tu opinión”.
El sonido de la banda ya había cambiado radicalmente para la época en que Babasonicos decidió grabar su segundo álbum, Trance zomba (1994): rap, funk, música disco y hardcore cargaron de electricidad ese trabajo, en el que se incorporó DJ Peggyn. El álbum le permitió a la banda salir de gira por el interior de Argentina y también abrir el concierto de Depeche Mode en Vélez (antes ya había sido telonera de Soda Stereo en Obras).
Para Dopádromo (1996), Babasonicos se propuso hacer “un disco raro, experimental”, influido por el cine clase B, el pop orquestal, el spaghetti western y la cultura trash. De allí, por ejemplo, el hit “¡Viva Satana!”. Y como la mezcla del álbum fue en Los Angeles, los músicos aprovecharon el viaje para hacer su gira debut por México, donde más adelante se consagrarían. Fue el primer disco en el que los músicos trabajaron junto a Andrew Weiss (Ween, Yoko Ono).
En Babasonica (1997), la banda se internó por caminos tortuosos (“fuimos a investigar el Mal y las canciones hablan de eso”, explicó Dárgelos), en los que había adversarios, alquimia, sátiros y el Demonio. Los sonidos habían cobrado una densidad y un barroquismo que remitía más a Black Sabbath que al pasado de Babasonicos, con canciones construidas a partir de riffs pesados y oscuros. El álbum desconcertó a los seguidores de la banda, pero hizo que otros pararan la oreja.
Mientras el final del gobierno de Menem dejaba ver las grietas de un modelo político y económico que haría saltar a la Argentina por los aires en los años siguientes, Babasonicos grabó Miami (1999), que desde su tapa planteaba una crítica al estado de las cosas.
Los interlineados de las letras de Dárgelos se hicieron más complejos a partir de ese álbum, mientras la banda construía las canciones en el estudio, en un proceso en el que los límites estaban difusos y, por ejemplo, un sample de un oscuro soundtrack podía disparar formas creativas que derivaban en una orquestación diferente.
En aquellos años, el grupo tomó contacto con Ian Brown: un track grabado en Buenos Aires viajó a Inglaterra, donde el (entonces) ex cantante de Stone Roses lo incluyó en su segundo solista, Golden Greats, y lo tituló sencillamente “Babasonicos”.
Más tarde, mientras la Argentina se desarmaba y el mercado discográfico era virtualmente inexistente, la banda enfrentaba además otros probemas: no tenía contrato con ningún sello, y se habían ido Peggyn y el manager. En ese contexto negativo, Babasonicos generó una joya: Jessico (2001). El álbum, con “más esencia que artilugio”, sin excesos de arreglos ni barroquismo, fue concebido en la quinta de Tortuguitas que la banda había adoptado como refugio. Y mediante esa sencillez (que no deja de ser compleja), el grupo logró por fin el acceso a públicos más numerosos, tanto en la Argentina como en México, Chile y Estados Unidos. Gracias a canciones como “El loco”, “Deléctrico” y “Los calientes”, Jessico fue elegido disco del año en todos los medios de rock de la época. Y su influjo fue tal que volvió a ser escogido más tarde como disco de la década.
Si antes de la publicación de Jessico la banda había inaugurado su “discografía paralela” con Vórtice marxista (lados B de los primeros tres discos), Vedette (lados B de Babasonica), Babasonica electrónica (remixes) y Groncho (lados B de Miami), el nuevo disco generaría tres discos más de remixes y, once años más tarde, otra edición de lados B, Carolo. Mezclas infames, la banda sonora de Las mantenidas sin sueño, Mucho + y el reciente ep virtual Babasonicos Vs. El público (spoken word junto al periodista español Bruno Galindo) completan ese mundo paralelo a la discografía oficial.
La estrella de la banda creció todavía más con Infame (2003), un álbum en el que los músicos dejaron salir la influencia de la música popular, incluso romántica (baladas y boleros), para la creación de melodías sencillas y entradoras. Eran canciones de impacto inmediato como “Irresponsables”, “¿Y qué?” o “Putita”, que sin embargo planteaban cuestionamientos en sus versos aparentemente inocuos. Las giras de presentación de Infame se sucedieron tanto por la Argentina como por toda América latina, cada vez ante públicos más numerosos. El disco fue editado en dieciséis países y le permitió a la banda alzarse con seis premios Gardel, incluido el de oro.
Anoche (2005) fue grabado en Córdoba, con los Babasonicos asumiéndose por primera vez como clásicos y con ganas de no sobrecargar los arreglos de instrumentación. “Carismático” y “Yegua” les permitieron mantener su caudal de público, ganar un premio de MTV como “mejor banda de rock” y girar por toda Latinoamerica, Usa y volver a España . Fue el primer álbum de Babasonicos mezclado por Phil Brown (Roxy Music, Bob Marley), con quien trabajan hasta la actualidad. El registro de la presentación de Anoche en estadio Luna Park de Buenos Aires, del 6 de mayo de 2006, fue a parar al DVD Luces (2007).
Gabo Mannelli, que se encontraba enfermo, debió dejar las giras (fue reemplazado en vivo por Carca). El bajista sí pudo participar de la composición y grabación de Mucho (2008), pero falleció antes de la publicación del álbum. Pese al dolor, el grupo siguió adelante “tratando de lograr algo bello de algo horripilante”. El álbum se consiguió primero a través de una edición especial de teléfonos celulares, un formato que funcionó como modo de hacer frente a los cambios en el mercado discográfico. Y también le permitió al grupo visitar por primera vez Brasil.
A propósito (2011) marcó una nueva reinvención para Babasonicos, con canciones que mutaron y se convirtieron en otras durante la grabación, pero sin dejar de ser las del principio (un concepto que después se amplió a viejos temas recuperados para el vivo). En el álbum hay lugar para el riff de “Fiesta popular”, la reflexión de “Chisme de zorro” y el baile desenfrenado de las tres partes de “Muñeco de Haití”. Después de la grabación, Carca, que en el disco se hizo cargo del bajo, pasó a un rol de multiinstrumentista, dejándole las cuatro cuerdas a Tuta Torres. Además de un par de conciertos en el Luna Park y varios en Vorterix, la banda llevó la gira de A propósito a cantidad de ciudades del continente, fieles a su costumbre de estar siempre en movimiento.